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El escrutinio fue una farsa. Un Presidente de la Junta Nacional de
                  Escrutinio que hacía escasas semanas brindaba públicamente por el triunfo
                  de Ardito Barletta y que abandonó su puesto convenientemente para que su
                  Suplente, acaso más hábil e inescrupuloso, consumara el engaño. Allí están
                  las honestas y valientes palabras de Dormoi, Fernández y Gadeloff, quie-
                  nes supieron servirle a la Patria y dejaron para la posteridad su testimonio
                  imparcial y revelador.

                         Luego, el Tribunal Electoral convalidó el fraude. Su insólita decisión
                  de no escrutar ni computar 44,127 votos, el 6.45 % de los votantes, en una
                  elección en la cual el margen de la presunta victoria fue de 1,713 votos, el
                  0.25 % de los votos emitidos, sólo puede calificarse como fraudulenta e
                  irresponsable. Aún más, el rechazo arbitrario del legítimo Recurso de Nuli-
                  dad presentado con relación al Circuito 4-4, utilizando una norma obsoleta
                  e inaplicable, representa perfectamente el papel de facilitadores del fraude
                  que desempeñaron las más altas autoridades electorales del país. Así se
                  realizaron, finalmente, los deseos del Estado Mayor de llevar a Ardito Bar-
                  letta a la presidencia, costara lo que costara. Pero allí están los Salvamento
                  de Voto del Magistrado Presidente del Tribunal Electoral, César Quintero,
                  pruebas indelebles, aunque inocuas, del fraude cometido.

                         Y, sobre todo, allí están los votos, la voluntad popular plasmada en
                  cifras, las Actas de Mesa de la Alianza Democrática de Oposición que
                  muestran irrefutablemente que, a pesar de todo, ¡ganamos! Ganamos a pe-
                  sar de la trampa y del engaño. A pesar del fraude en el sistema que está ya
                  reflejado en las cifras, ganamos. A pesar de la conspiración de silencio que
                  nos limitó a 2 periódicos y a un puñado de emisoras, ganamos. Y nuestra
                  actuación fue legitima y, por lo tanto, ennoblece.

                         En cambio, la presunta victoria de Nicky, obtenida gracias al fraude,
                  a la violencia y a la muerte, más que encumbrar, envilece, más que triunfo
                  es derrota, más que honra es estigma, estigma permanente.

                         Allí están también los enérgicos e inequívocos comunicados de los
                  elementos más representativos del país. Comenzando por la Conferencia
                  Episcopal Panameña, organización imparcial y objetiva por excelencia; el
                  Colegio de Abogados, la Asociación Médica Nacional, la Cámara de Co-
                  mercio, por mencionar algunos. Allí están, finalmente, los artículos y des-
                  pachos de la prensa internacional que hizo lo que muchos periodistas na-
                  cionales no se atrevieron a hacer. Llamar al fraude, fraude y a las eleccio-
                  nes una farsa.


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