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La campaña del oficialismo comenzó con la imposición de Barletta
                  como el candidato del PRD. Órdenes del Estado Mayor. Allí están las pala-
                  bras de Ernesto Pérez Balladares citadas en el capítulo inicial (“si hablo me
                  meten preso y Uds. saben quién mete preso en este país”). Allí están los
                  cables de ACAN-EFE y el informe preparado por el Center for Strategic &
                  International Studies” de la Universidad de Georgetown, Washington D.C.
                  Y, sobre todo, allí está la perspicacia del pueblo panameño que bautizó a
                  Nicky como el “candidato de los cuarteles”.

                         La campaña transcurrió con el abuso diario de los recursos materia-
                  les y personales del Estado. Banderines del PRD hechos en el Ministerio
                  de Gobierno y Justicia. 15,000 galones de gasolina utilizados por el PALA
                  en Chiriquí y pagados por el Ministerio de Obras Públicas. Numerosos
                  vehículos oficiales utilizados para fines partidistas. Numerosos funciona-
                  rios del Estado dedicados a la política, etc. etc. etc. Simultáneamente a los
                  empleados públicos se les sometió a una intensa campaña de intimidación.
                  “No es obligatorio, pero mejor que no faltes”, se escuchó frecuentemente
                  en todas las dependencias oficiales. “Vota con nosotros o perderás tu
                  puesto”, se implementó en un número plural de casos, como hemos demos-
                  trado con nombres y apellidos.

                         La campaña terminó con la exclusión casi total de la oposición de
                  los medios de comunicación masiva. Exclusión esta que se venía acen-
                  tuando a medida que se acercaba el 6 de mayo y la cual incluyó el cierre
                  injustificado de programas de radio, calumnias infames y descabelladas,
                  parcialización irresponsable y desconocimiento de las reglas del juego que
                  los propios medios habían establecido.

                         Vimos también el lamentable espectáculo que presentó un Tribunal
                  Electoral abiertamente parcializado y sobre el cual su Presidente no ejercía
                  un control efectivo.

                         Llegó el ansiado 6 de mayo y el fraude, propiamente dicho, salió de
                  su oscura madriguera y se adueñó del país. Listados oficiales alterados,
                  compra masiva y sistemática de votos, impugnaciones arbitrarias, robo de
                  actas en la madrugada y, finalmente, el nefasto “Comando Especial del
                  PRD”, dueño y señor de las calles, disparando a mansalva y vanaglorián-
                  dose luego de su infame actuación. Y todos estos crímenes ocurrieron bajo
                  la mirada protectora o con la activa participación, del Estado Mayor de las
                  Fuerzas de Defensa y de los dirigentes de la UNADE.




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