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con el retorno de la mayoría de los exiliados y la disminución en las viola-
                  ciones más graves de los derechos humanos.

                         Las modificaciones constitucionales y legales de 1978, que culmina-
                  ron luego con las reformas constitucionales y el Código Electoral de 1983,
                  representaron una recuperación jurídica de instituciones democráticas. El
                  resurgimiento de los partidos políticos, especialmente los opositores, a par-
                  tir de 1979, y su participación en las elecciones legislativas parciales de
                  1980, marcaron el comienzo de una normalización democrática de la acti-
                  vidad política. La ampliación del margen de libertad de los medios de co-
                  municación social, junto con la fundación del diario independiente La
                  Prensa en 1980, hizo posible la expresión de fuertes corrientes críticas de
                  opinión pública. Organizaciones estudiantiles, sindicales y, sobre todo,
                  gremiales recobraron una mayor autonomía de funcionamiento y, en con-
                  secuencia, nuevas posibilidades de reivindicación social y económica.

                         Dos grandes movimientos populares marcaron el desarrollo de la
                  oposición democrática durante esta etapa. El primero se dio a raíz del re-
                  torno al país del Dr. Arnulfo Arias en 1978, y de su recorrido por todas las
                  provincias. El segundo se dio a raíz del Movimiento de los Educadores, en
                  septiembre y octubre de 1979, y luego en julio de 1981. Con el primero la
                  oposición democrática despertó como movimiento político masivo. Con el
                  segundo se arraigó y extendió como movimiento social y económico, tam-
                  bién masivo. En la conciencia nacional prevaleció la actitud de oposición
                  democrática.

                         A medida que la democratización avanzaba y la oposición democrá-
                  tica se consolidaba, el régimen torrijista daba muestra de descomposición.
                  Desde la muerte accidental del General Torrijos en 1981 hasta las eleccio-
                  nes de 1984, Panamá tuvo tres diferentes Comandantes en Jefe de la Guar-
                  dia Nacional: el coronel Florencio Flores, el general Rubén Darío Paredes
                  y Manuel Antonio Noriega; tres diferentes presidentes: Aristides Royo, Ri-
                  cardo De la Espriella y Jorge Illueca y cuatro diferentes Procurador Gene-
                  ral de la Nación.

                         Este último hecho es muy sintomático. La expresión más palpable de
                  la descomposición y, al mismo tiempo, uno de sus factores más decisivos
                  ha sido la corrupción generalizada que el régimen propició. El escándalo
                  del Seguro Social, por aproximadamente cien millones de balboas, que se
                  hizo público desde 1982, dramatizó una corrupción en su vertiente interna.
                  La baja del Secretario Ejecutivo de la Guardia Nacional, por vínculos con
                  el narcotráfico, que se produjo justo después de las elecciones, destacó la
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