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presencial de los hechos. Sin embargo, la Fiscalía Auxiliar de la República
                  no hizo ningún arresto. Por otro lado, el “Comando Especial del PRD”, en
                  un gesto inaudito de arrogancia y desprecio por la ley, imprimió miles de
                  afiches con las fotos de sus miembros disparando contra la multitud y los
                  repartió impunemente por la ciudad. En una conferencia de prensa, el 17
                  de mayo, Barletta alegó desconocer el inflamatorio afiche, descrito por La
                  Prensa como una “apología a la violencia” y, aunque deploró los lamenta-
                  bles incidentes, insinuó que la responsabilidad por el afiche recaía sobre la
                  ADO. “Le aseguro que ese afiche no fue producido en la UNADE. Cui-
                  dado que fue producido en otras partes”, expresó cínica e irresponsable-
                  mente Barletta en esa ocasión. Ver Anexo No. 39.

                             “Responsabilidades por la violencia. Esta habría sido imposible sin el cono-
                             cimiento y aprobación de Fraudito Barletta [Dr. Nicolás Ardito Barletta].
                             Los comandos carecen de autoridad para tomar una iniciativa de tanta gra-
                             vedad a espaldas del candidato. De nada le sirvió deplorar luego, en una
                             conferencia de prensa, la tragedia, de la que él fue co-autor principal. Por
                             lo demás, los periodistas extranjeros quedaron maravillados por su capaci-
                             dad de simulación y por la refinada hipocresía de que hizo gala, pero que-
                             daron igualmente convencidos de que era uno de los grandes culpables.
                             Los otros fueron los miembros del Estado Mayor. De otra manera resulta
                             incomprensible la actitud de la Guardia Nacional durante los disturbios, la
                             retirada estratégica del pelotón al interior del Palacio Legislativo minutos
                             antes de iniciarse la balacera, la pasividad cómplice de todo el cuerpo –que
                             obedecía órdenes giradas por sus superiores– mientras los hampones ma-
                             taban y golpeaban a los manifestantes de la ADO, armados únicamente de
                             banderitas e insignias de sus respectivos partidos. Cuando los corresponsa-
                             les extranjeros interrogaron a los oficiales de la Guardia, recibieron esta
                             explicación de y para retardados mentales ‘es una refriega entre dos fac-
                             ciones políticas y la Guardia no tiene por qué intervenir’. La sangre de José
                             Ángel Vega Gutiérrez y de los otros heridos [uno de los cuales moriría final-
                             mente], manchó indeleblemente los uniformes de los oficiales del Estado
                             Mayor y las manos de Fraudito Barletta. Y como a Lady MacBeth, ninguna
                             cantidad de agua podrá jamás lavarla.
                             Es más, unos y otros han puesto a buen recaudo, fuera del alcance de la
                             curiosidad y la indignación pública, a los asesinos materiales (que aparecen
                             en las fotos hoy famosas y en las filmaciones de la T.V. norteamericana,
                             disparando) en Miraflores, en las galeras de los imaginativos contratistas









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