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puesto a seguir de subalterno, menos aún de un simple presidente de la Re-
pública. No sería él, Noriega, quien rompiera la tradición, establecida
desde 1968, de que en Panamá el “poder real” reside en los cuarteles, como
lo había reconocido precisamente Paredes un año antes. Así pues, Rubén
Darío Paredes pasar a ser, en un periodo de escasas semanas, un simple
ciudadano, un militar realmente retirado, pero con mucho dinero y con un
vehemente deseo de venganza.

Regresará luego al escenario político nacional, al ser proclamado el
22 de diciembre candidato a la Presidencia de la República por el Partido
Nacionalista Popular. Pero, para entonces, su candidatura había dejado de
ser la candidatura militar oficialista para convertirse en la candidatura de
una imposible “tercera fuerza”, como alternativa entre el Gobierno y la
oposición, animada por el mencionado deseo de venganza y por las ambi-
ciones de un joven y zigzagueante político llamado Olimpo Sáez.

Retornemos ahora a la efímera candidatura original de Paredes. El
12 de septiembre el diario La Prensa publicó en su primera página la foto
de un telegrama que decía:

ANTÓN, 11 DE SEPTIEMBRE DE 1983

GENERAL NORIEGA
EN SUS MANOS

GENERAL NORIEGA: A CONOCIMIENTO DEL TELEGRAMA NO
RECIBIDO, REMITO CONTESTACIÓN PÚBLICA, DESDE LA ALTURA DE MI DIGNI-
DAD NO VALORADA POR UD. MI COMPROMISO DE PAZ Y DEMOCRACIA SON
LAS ASPIRACIONES DE TODO HOMBRE SENSATO, LA TRAICIÓN AL COMPRO-
MISO ADQUIRIDO DESDE HACE AÑO Y MEDIO PARA EL BIENESTAR DE NUESTRO
PUEBLO ES PECADO DE LESA PATRIA.
TODO POR MI PATRIA.

GENERAL DE BRIGADA RUBEN DARIO PAREDES”.

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