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Sus antecedentes profesionales confirman esta evaluación. Ambos
                  habían sido funcionarios del gobierno desde los inicios de la dictadura.
                  Murgas, de orientación marxista, inclusive ocupó el cargo de Ministro de
                  Estado durante la época más dura de Torrijos. En cambio, Pulice fue Juez
                  de Tránsito y Directora del Registro Público. Durante su permanencia en el
                  Registro Público fue eficiente y arbitraria. Implementó la microfilmación
                  de los archivos y prohibió la entrada a la mencionada dependencia a ciertos
                  abogados de la oposición.

                         Vemos pues que los antecedentes profesionales de la mayoría de los
                  Magistrados del Tribunal Electoral muestran una débil o inexistente com-
                  promiso ideológico con los principios de la democracia; los principios,
                  cuya defensa y protección era su mayor responsabilidad.

                         Todo el peso de garantizar unas elecciones realmente honestas, que
                  reflejaran así la decisión de la mayoría del electorado, cayó sobre las espal-
                  das de Quintero, quien lamentablemente no resistió la pesada carga y se
                  doblegó, en más de una ocasión, como veremos más adelante.

                         Dr. César Quintero, catedrático de Derecho Constitucional y Admi-
                  nistrativo de la Universidad de Panamá, exdecano de la Facultad de Dere-
                  cho, expresidente del Colegio Nacional de Abogados, distinguido jurista,
                  frisando los 70 años, independiente y capaz, pero débil. Con los suficientes
                  escrúpulos para denunciar irregularidades, pero, evidentemente, sin la sufi-
                  ciente entereza de carácter para actuar de una manera cónsona con las de-
                  nuncias de las violaciones a la ley que sucedían a su alrededor y que él
                  mismo hacía públicas. En fin, el hombre perfecto para legitimar unas elec-
                  ciones esencialmente fraudulentas. Por un lado, proporcionaba cierto grado
                  de credibilidad y, por el otro, no representaba una segura amenaza a los
                  planes del Estado Mayor de llevar a Barletta a la presidencia, costara lo
                  que costara.

                         En resumen, esa era la composición del Tribunal Electoral: 3 magis-
                  trados, 2 adeptos al régimen y uno capaz e independiente, pero débil.

                         Dos más cero igual a tres.



                       B. “Imagínese Ud., no me hacen caso”





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